Javier F. Lanero, secretario general de UGT Asturias

Hoy 20 de junio, en que se celebra el Día Mundial del Refugiado, conviene recordar -aunque parezca mentira- que los refugiados son personas. Víctimas de persecuciones, por motivos de raza, religión, nacionalidad, o por opiniones políticas. Personas en definitiva que se ven forzadas a abandonar su país de origen, por temor a la persecución, al conflicto o a la guerra. Por tanto tienen el derecho moral y efectivo a la protección internacional.
Estamos hablando de esas personas que huyen de la guerra civil en Siria; de las que escapan de los conflictos de África muriendo en el Mediterráneo, esa trampa mortal que solo el año pasado se tragó a 1.318 personas.
Según ACNUR, en este momento, casi 80 millones de personas (cifra récord desde que se tienen registros) son refugiados y refugiadas, y un 85% de ellas ha huido a países con escasos recursos porque en Europa hemos decidido cerrar las fronteras y no ofrecemos vías legales y viables para que puedan solicitar asilo.
Si algo tenemos que aprender de la pandemia del COVID-19 y de las imágenes y muertes racistas que estamos viendo en Estados Unidos, es que necesitamos construir un mundo más justo, más inclusivo y más igualitario. Y Europa no puede cerrar los ojos ante lo que pasa si de verdad somos esa Unión Europea de Derechos, libertades, justicia social y valores. Esto no es un problema de un territorio o de un país, no se soluciona con una o dos medidas improvisadas; esto es un asunto transversal, que necesita soluciones globales, tanto en los propios países de origen de donde tienen que huir estas personas, como en nuestros países europeos, con verdaderas políticas de integración. Y los que no crean en ello, que por desgracia hay muchos, que lo hagan por egoismo, porque los vamos a necesitar.

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