El trabajo nos está matando. Al menos trece personas han fallecido en lo que va de año en Asturias a causa de la siniestralidad laboral. Son cifras inasumibles. Cada día mueren dos personas en nuestro país mientras intentan ganarse la vida. Hablamos de vidas truncadas, de familias rotas. Es inconcebible que en pleno siglo XXI, con una de las legislaciones más avanzadas del mundo en materia de prevención, el trabajo nos cueste la vida. Si la mayoría de los accidentes son evitables, ¿Qué está fallando? Que existe relajación y no se cumple la legislación.

Hemos decidido convocar una manifestación en Gijón el 30 de octubre después de la trágica escalada de la siniestralidad laboral que ha golpeado a la clase trabajadora asturiana en las últimas semanas (con seis víctimas mortales en cuarenta días). Y para denunciar el fracaso de las medidas que deberían haberlo evitado. La salud y la seguridad tienen que convertirse en una prioridad absoluta. La última víctima se registraba precisamente el 8 de octubre, a las pocas horas de reunirnos con la delegada del Gobierno y el consejero de Ciencia, Empresas, Formación y Empleo, para trasladarles nuestra creciente preocupación y las principales reivindicaciones sindicales. Una reunión de la que salió, entre otros, el compromiso de aumentar la plantilla de la Inspección de Trabajo y del Instituto Asturiano de Prevención de Riesgos Laborales.

Pero, en todo caso, son las empresas las que tienen la mayor responsabilidad, porque es su deber cumplir la legislación. Y no está ocurriendo. Si así fuera, no haría falta la Inspección. Para ello es imprescindible que refuercen sus planes de seguridad y aumenten la inversión en prevención. Porque la prevención salva vidas. Y hasta el propio Ministerio Fiscal ha reconocido en su última memoria que las empresas han relajado la tarea preventiva.

Nuestro compromiso en defensa de la seguridad y la salud en el trabajo es firme, y viene de lejos. Llevamos décadas luchando contra la siniestralidad laboral, denunciando los incumplimientos de la legislación, exigiendo más recursos. Y concentrándonos cada vez que se produce una víctima mortal en el trabajo, como señal de duelo y repulsa. Las víctimas mortales representan la cara más dramática de la siniestralidad laboral, pero también hay que recordar que muchas personas trabajadoras sufren accidentes graves, que les dejan secuelas que pueden frustrar también vidas y carreras profesionales.

El último informe de siniestralidad laboral del Instituto Asturiano de Prevención de Riesgos Laborales señala que en los ocho primeros meses del año se han registrado en Asturias 43 accidentes graves, frente a los 35 del mismo periodo de 2023, lo que representa un incremento del 22,8 por ciento. Y hay otra circunstancia. De los 9 accidentes mortales contabilizados por el Instituto en los ocho primeros meses del año, más de la mitad (4) se debieron a infartos agudos de miocardio y otros episodios cardiovasculares. Es muy alarmante que la primera causa de siniestralidad mortal ya sean las patologías no traumáticas. Y hay varias explicaciones: una de ellas es que en las evaluaciones el escenario menos analizado es el de los riesgos psicosociales.

Por tanto, es imprescindible que las empresas cumplan escrupulosamente la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, dotar a la Inspección de Trabajo de los medios que requiera para realizar efectivamente su labor, redoblar la inversión en prevención y crear espacios de trabajo seguros y saludables. Así, las personas trabajadoras no se dejarán la vida en el trabajo. Y las empresas no tendrán que lamentarlo. Personas sanas harán también más productivas a las empresas. Porque la precariedad también mata. Estas son las reivindicaciones que nos llevan a convocar la manifestación del 30 de octubre en Gijón, con el lema “Ni una muerte más en el trabajo… Prevención y seguridad, responsabilidad empresarial”. Y por las que pedimos el apoyo de los partidos que representan a la ciudadanía (y también a los trabajadores y trabajadoras de Asturias) en la Junta General del Principado.