En 20 años, desde que empezaron a contabilizarse, el número de mujeres asesinadas por la violencia de sus parejas o ex parejas alcanza la vergonzante cifra de 1.196.

Ninguna persona debería escuchar este dato sin estremecerse. Porque detrás de cada caso hay una vida truncada y una familia rota. Pero son números que nos ayudan a ver la dimensión brutal del problema.

No podríamos nombrarlas aquí a todas. Y lo más doloroso es no volver a escucharlas hablar de sus alegrías y preocupaciones, de sus proyectos, porque en un momento dado su pareja decidió que no vivirían un minuto más.

Las concentraciones que venimos realizando desde hace años el último martes de cada mes sirven precisamente para recordarlas y mostrar nuestra más enérgica condena por esta atrocidad.

En 2022 también han empezado a contabilizarse las mujeres asesinadas por hombres de su entorno, con quienes no tenían una relación de pareja. Esos asesinos la mayoría de las veces eran familiares. Arrojar luz sobre esta realidad, tan dura como cotidiana, ha sido una reivindicación histórica del movimiento feminista.

Concretamente, en 2022 hubo 34 mujeres asesinadas fuera del ámbito de la pareja o ex pareja. Si atendemos al tipo de feminicidio, en 21 de los 34 casos eran familiares, y en casi el 43% existía convivencia con el agresor. En todos los casos eran conocidos de la víctima. En el 76% se trataba de un hijo o un nieto. En 31 de los 34 asesinatos no existía denuncia previa contra los agresores. Casi la mitad de ellas eran mayores de 60 años.

Lo que demuestran estos datos es que muchas mujeres han soportado el maltrato prácticamente a lo largo de toda su vida, en sus entornos familiares, por parte de padres y hermanos o parejas, asesinadas por sus propios hijos o nietos.


Mujeres a las que seguramente dijeron siempre que ese era su lugar en el mundo, que se merecían los palos. Mujeres a las que no supimos o no pudimos ayudar a salir de esa espiral de violencia. Y esto es un terrorismo con el que tenemos que acabar. Porque nos va la vida en ello.


No queremos irnos hoy de aquí sin recordar a una compañera que siempre estuvo con nosotras en este camino, en estas concentraciones, en la calle, en los centros de trabajo. Una compañera que ayudaba y acompañaba. Una mujer a la que tenemos presente y que no podremos olvidar, por su compromiso, convicción, sentido de la justicia social y militancia.


Gracias Tini, por tanto bueno. Seguiremos con tu ejemplo.


Basta ya de violencias machistas
La violencia de género la paramos unidas

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