Ya estamos sufriendo las consecuencias del calentamiento global. Unos impactos que son de especial relevancia en nuestro país, ya que la región mediterránea es, según todos los estudios, una de las más vulnerables a los efectos del cambio climático. Como consecuencia de ello, durante este verano hemos sufrido situaciones (olas de calor, incendios forestales, inundaciones, etc) que nos han hecho sentir en primera persona la realidad del nuevo panorama al que nos enfrentamos. Y, sobre todo, han puesto de manifiesto que nos estamos quedando sin tiempo, que tenemos que actuar ya.
Además, el reciente informe sobre el estado de la biodiversidad del IPBES, alerta de que llevamos un rumbo que conlleva el deterioro de un gran número de ecosistemas, tanto terrestres como marinos, así como la extinción de 1 millón de especies que se encuentran gravemente amenazadas por la actividad humana.
Otro informe, el presentado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el cambio climático sobre los impactos del calentamiento global, indicó de forma muy clara y contundente la urgencia con la que debemos tomar medidas si queremos limitar el aumento de la temperatura a 1,5ºC y mostró como se incrementan de forma drástica e irreversible los impactos si ese límite aumenta.
Por lo tanto, no tenemos duda alguna de que estamos ante una emergencia climática y que avanzar hacia una economía baja en carbono tiene que ser una prioridad para los gobiernos y empresas. Esta emergencia es el mayor reto al que se enfrenta la Humanidad. Se requiere un cambio profundo y rápido de la forma en que producimos, nos movemos y consumimos. Una revolución nunca vista anteriormente, ya no tanto por la velocidad necesaria si no por la dimensión global de la misma.
En muchos sentidos, la transición generará efectos positivos. Mejorará nuestra salud y la calidad del aire, reducirá la dependencia energética y podría representar un gran impulso para la creación de empleo verde y de calidad, así como una oportunidad para reforzar las capacidades tecnológicas e impulsar una industria sostenible. Pero para aprovechar plenamente este potencial económico, se necesita inversión, estabilidad y voluntad política.
Desde la perspectiva de los puestos de trabajo, la transición remodelará profundamente el mercado laboral, generando nuevas oportunidades para los trabajadores y las trabajadoras. Se crearán nuevos empleos, pero también, se destruirán otros muchos y algunas ocupaciones existentes se transformarán en otras nuevas.
Anticiparse a estas tendencias y a su impacto en los trabajadores y trabajadoras es esencial. Por ello, la labor sindical es especialmente importante. Tenemos que participar en la gobernanza climática y la planificación de las correspondientes políticas a todos los niveles y demandar que la política climática vaya acompañada de mayor igualdad, justicia y solidaridad.
El éxito del proceso dependerá también del modo en que nuestra sociedad tenga en cuenta a las personas y colectivos más vulnerables, ya que la transición solo será efectiva si se lleva a cabo bajo una perspectiva de justicia climática y social. De ahí que toda esta transformación debe hacerse bajo el paraguas de una Transición Justa que asegure que no se deja nadie atrás.
Una transición justa que debe basarse en el diálogo social como herramienta principal y contar con medidas concretas de apoyo a los sectores e industrias afectados y a los trabajadores y las trabajadoras más vulnerables. Sin olvidar que es necesario diseñar planes de reactivación territoriales, en los que prime la diversificación de actividades económicas sostenibles, ayudando a la vertebración del territorio y al desarrollo rural.
Por ello desde UGT, en defensa de la Transición Justa y, por tanto, de nuestro futuro, de un planeta vivo y de un mundo socialmente más justo, invitamos a la ciudadanía a sumarse a la movilización esta tarde en la estación de Renfe de Oviedo a las 7 horas.