Javier Fernández Lanero
Javier Fernández Lanero

No se trata de plasmar una visión catastrofista, ni de enarbolar la bandera de un eslogan fácil. Y, por supuesto que estamos mejor que hace 40 años –solo nos faltaba estar peor-, pero la realidad es que tenemos importantes carencias por tierra, mar y aire en materia de infraestructuras de comunicación que lastran nuestro desarrollo.

Entre ellas podemos hablar de la inexistente autopista del mar, indispensable para una comunicación regularizada tanto de personas como de mercancías y para dar mayor sentido al Puerto de Gijón; de los destinos y de los precios de los billetes del aeropuerto de Asturias y del dificultoso enlace de éste con nuestras principales poblaciones; de la conexión por carretera con la meseta, que se establece obligatoriamente por una autopista de peaje; de la absurda obligación de pasar por Serín para ir a La Meseta desde el Occidente de Asturias; de la Variante de Pajares, que está siendo una tomadura de pelo y parece que solo interesa como moneda de cambio (discutir sobre la necesidad de que por los túneles de la variante pasen trenes de mercancías es como discutir si necesitamos la nariz para respirar); del abandono de las cercanías; de los continuos retrasos en la puesta en marcha de las obras para los enlaces de la Zalia y El Musel; del soterramiento de las vías en Langreo; de la autopista del Suroccidente; del enlace de la A-63 con la A-8; de la autopista “Y“ con la ASII, etcétera. Parece una lista negra de nunca acabar.

Si a esto añadimos que se ha vuelto a batir en sentido negativo el record de inversiones del Estado en materia de infraestructuras para nuestra comunidad autónoma -nunca antes habíamos recibido tan exigua cuantía- es obvio que Asturias no pinta nada para el Gobierno central. Hemos sido abandonados.

Las infraestructuras son vitales para lograr un desarrollo territorial cohesionado y sostenible, es decir, para que las alas de nuestra región estén perfectamente conectadas con la zona central, de tal manera que sean atractivas para establecerse y puedan convertirse en lugares para el crecimiento económico, industrial y/o turístico, lo que permitirá fijar población y evitar el declive demográfico.

También son importantes las infraestructuras para conseguir que Asturias sea en general un espacio más competitivo, mejorando su conectividad con el resto de España, lo que dará impulso a nuestros sectores de actividad, facilitará el desarrollo de nuestras empresas, contribuirá a evitar deslocalizaciones y hará de nuestro territorio un enclave bien valorado por los inversores para la implantación de nuevos proyectos.

Todo ello, en definitiva, para fomentar el crecimiento económico y la creación de empleo de calidad en una comunidad como la nuestra, que sufre un alto nivel de desempleados y desempleadas, muchos de ellos de larga duración y sin prestaciones.

Pero también son importantes las infraestructuras de comunicación para fomentar el uso del transporte público y con ello ir reduciendo paulatinamente los niveles de contaminación medioambiental.

No creo que nadie en Asturias pueda poner en cuestión la trascendencia de las infraestructuras, y por eso construimos un frente común integrado por veintidós organizaciones sociales, económicas y algunas –solo dos- políticas. Por desgracia, la mayor parte de los partidos no quisieron formar parte de esa alianza.

Confío en que más pronto que tarde los grupos políticos que nos representan a todos los asturianos y asturianas en la Junta General del Principado se den cuenta de que no puede anteponer sus propios intereses y los tacticismos políticos a los intereses generales de la ciudadanía.

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