A las 17:30 el reloj de la Estación del Norte en Oviedo marca la salida de la movilización y la gente empieza a juntarse como si el andén llamara por sus nombres. Ya suena un tambor y a lo lejos una gaita.

Hay banderas de UGT Asturias, pancartas, siglas y vecinos con chaqueta de diario acompañado por su mascota.

Todos miran hacia el mismo punto: la autopista que no se ve, el túnel que atraviesa la montaña y el peaje que todavía muerde la cartera en cada viaje. El lema —“Asturias unida. Fin al peaje del Huerna”.

La Alianza por las Infraestructuras abre paso con una pancarta de unión.

La gente avanza por el centro. No hay discursos aún, solo pasos. Un transportista con su hija comenta: “Cada trayecto, un pellizco”.

La protesta tiene contabilidad propia: kilómetros, horas, facturas que no salen. La AP-66 se vuelve aquí un personaje obstinado: eje principal entre Asturias, León y la meseta, arteria que cobra por latir.

El Gobierno de Asturias pone sobre la mesa una hoja de ruta; palabras que hoy quieren ser herramientas: medidas políticas, jurídicas, administrativas.

Se habla de avanzar, de lo ya avanzado. Afuera, la manifestación traduce ese plan a voz alta: que el peaje frena, que el turismo se queda corto, que la logística suma céntimos como piedras en los bolsillos. Que liberar el Huerna no es un capricho, sino condición para competir sin lastre.

En la marcha, alguien levanta una cartulina con una fecha tachada: 2050. La prórroga de la concesión es una injusticia. La gente cuenta la historia en presente: se prolonga sin concurso, dicen los informes; Europa levanta ceja; el principio de libre competencia se resiente.

Con un megafono una chica grita “Se paga por un derecho que no debería seguir cobrándose”, La frase se queda flotando.

En otras autopistas, el peaje ya es pasado. Cataluña, Galicia, Comunidad Valenciana: concesiones vencidas, barreras arriba. Aquí no. Aquí la barrera sigue bajando y subiendo, como si la montaña cobrase. Alguien cita al ministro: que el Gobierno no renueva donde se acaban, pero no rescata donde siguen.

¿qué pasa con lo cobrado? Las manos alzadas piden al menos una compensación, una corrección de rumbo.

La carretera no entiende de fronteras provinciales; la protesta tampoco.

 La Plaza de La Escandalera aparece como un telón de fondo al final del recorrido.

Se sube al estrado el manifiesto, consensuado por veinticinco organizaciones junto al Gobierno de Asturias.

No es una arenga, es una lista de razones dichas con el tono de lo inevitable: economía que respira mejor sin mordida, movilidad que se iguala, ley que debe mirar de frente, memoria de lo que ya se ha liberado en otros lugares. El final no pide permiso: exige.

Cuando el aplauso estalla, nadie cree que todo termine hoy. La movilización cumple su trabajo: hace visible el problema, lo pone en la agenda, empuja puertas que parecían cerradas.

Al retirarnos, la consigna se queda vibrando en la piedra, escrita en los cristales, mezclada con el vapor de las bocas: “Asturias unida. Fin al peaje del Huerna”. Mañana la carretera seguirá ahí. Pero esta tarde, en presente, es la gente quien cobra el peaje de la historia.

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