De sobra sabemos que los periodos de descanso y vacaciones son un peligro para las mujeres. Cuanto más tiempo pasamos cerca de nuestro potencial agresor, más posibilidades tenemos de ser agredidas. Siempre estamos en riesgo, pero en verano se dispara. Lo dicen unas cifras que producen
escalofríos: 24 mujeres asesinadas por la violencia de género en lo que llevamos de 2025. Pero si a esa cifra añadimos las víctimas reales de la violencia machista, las mujeres asesinadas pasan de 50.


En la página de feminicidio.net se recogen las informaciones sobre todas las mujeres asesinadas por violencia machista. Mujeres asesinadas por hombres con los que pueden o no tener algún vínculo. Entre estas víctimas de la crueldad encontramos a Rita, Alicia, Mirentxu, Naty, Elvira, Vicenta…, mujeres, a veces de edad avanzada, que han sufrido violencia durante toda su vida y que cuando deberían terminar sus días tranquilas y en paz lo hacen brutalmente asesinadas por sus propios hijos, que seguramente las habían maltratado y agredido durante años.


Hace unas semanas, en Santa Cruz de Tenerife, un malnacido estrelló su coche contra un muro. Lo que parecía un accidente de tráfico se reveló como un homicidio consumado. El acémila en cuestión intentaba matar a su mujer y su hija. El resultado: la joven, de 28 años, murió por la colisión; la madre, herida de gravedad, tendrá que vivir la ausencia de su hija y un drama que la perseguirá para siempre.


Cerca de aquí, en Avilés, continúa la investigación del crimen de Noelia, asesinada por un hombre al que alquilaba una habitación. Otro hombre aparentemente (engañosamente) “tranquilo y normal”, que no tuvo reparos en acabar con la vida de una mujer.


Parece que no hay espacios seguros para nosotras. No estamos seguras en las calles, ni siquiera en nuestras casas. Y tampoco en los lugares de trabajo, como denunciamos incansablemente.


Este año dos mujeres han sido asesinadas mientras trabajaban. Teresa de Jesús González, de 48 años, era trabajadora del servicio de ayuda a domicilio de O Porriño, y prestaba atención domiciliaria a la esposa del agresor, una mujer con discapacidad severa. Su asesino la esperó y la atacó con un cuchillo.


Al parecer, Teresa ya había consultado a su sindicato para denunciar al hombre por acoso sexual. La ayuda no llegó a tiempo. María Belén Cortés Flor, de 35 años, fue asesinada por tres adolescentes en el
piso de menores tutelados en el que trabajaba. En esta ocasión tampoco llegó la ayuda para ella, que al parecer había presentado ya una denuncia por amenazas, y manifestado su preocupación por la falta de seguridad. Otras compañeras también denuncian la escasez de medios y la poca protección para desempeñar su trabajo.


Nuestro compromiso como sindicatos es denunciar y acabar con estas situaciones ya!


Pero el sumun de la injusticia y la barbarie contra nosotras es el caso de Yolanda, víctima de un brutal episodio de violencia machista en Llíria (Valencia), donde estuvo encerrada doce días bajo llave, y durante todo ese tiempo fue agredida sexualmente por su pareja, que además lo grababa. Tras ser denunciado, el acusado quedó en libertad con una orden de alejamiento.


Yolanda acudió a los medios para pedir ayuda y lo que recibió fue un escarnio público y un juicio paralelo. Se tiró por la ventana el 18 de agosto. Su muerte no se incluye en las cifras oficiales de mujeres asesinadas por violencia de género, pero las personas expertas en salud mental apuntan al suicidio como segunda causa de muerte vinculada a la violencia machista, tras el asesinato directo.


La última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, de 2019, revela que las víctimas de violencia física o sexual tienen cinco veces más riesgo de pensamientos suicidas que aquellas que no han sufrido agresiones (25,5% frente a 4,7%). Cuatro de cada diez mujeres que se suicidan han sido víctimas de violencia de género, según una investigación del doctor en Psicología de la Universidad de Granada, Raúl Quevedo Blasco. Pese a ello, no existen estadísticas oficiales que relacionen el suicidio con la violencia machista, lo que invisibiliza a víctimas como Yolanda y deja sin cobertura a sus hijos, hijas y personas de su entorno.

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