Los que nos desprestigian saben que somos una organización con capacidad de movilización no sólo en el ámbito laboral sino en el social

La UGT es un sindicato que nace en 1888, por lo tanto tiene 128 años de vida y toda una historia ligada a la defensa de la clase trabajadora, luchando por la libertad, la dignidad y la justicia y contra la desigualdad social.

El próximo mes de marzo se celebra el 42.º congreso confederal de UGT, congreso llamado a ser histórico, por la trascendencia de las decisiones que se van a tomar en el mismo en cuestiones organizativas, para rearmar el sindicato en estos tiempos en los cuales nos encontramos inmersos, con campañas de desprestigio y acoso hacia el sindicalismo y muy concretamente hacia la UGT, porque aquellos que las hacen saben muy bien que somos una organización con capacidad de movilización no sólo en el ámbito laboral sino en el social, y somos un obstáculo para llevar adelante sus políticas de recortes sociales y laborales encaminadas a desregular los derechos de los trabajadores y a desmontar el Estado del bienestar. Estos mismos poderes fácticos, que nos desprestigian y acosan en estos momentos nos alababan en los últimos años de los 70 por nuestra contribución a la instauración de la democracia, y nos demonizaban al final de los 80 por nuestro posicionamiento ante las reconversiones industriales, y en los 90, en años de crecimiento económico, nos volvían a poner de ejemplo por nuestra capacidad de diálogo y concertación social. Es por ello que no nos coge de sorpresa esta estrategia de agresión y desprestigio, pero tienen que saber también que cuanto más debilitan a los sindicatos de clase, y concretamente a la UGT, más se debilita la democracia, y eso no es bueno para el desarrollo de un país democrático.

También tenemos la obligación moral y ética de reflexionar y realizar una autocrítica en cuanto a la gestión en nuestra organización de determinadas áreas, porque nos hemos equivocado. Y también analizaremos el comportamiento de determinados compañeros que han puesto en entredicho el funcionamiento democrático y ético de nuestro sindicato, para que no volvamos a caer en los mismos errores, que tanto desprestigio causan en un sindicato con tanta historia como la UGT, y en su imagen.

El rearme de nuestro sindicato es imprescindible y necesario para adaptarnos a la nueva realidad de la sociedad y modelo productivo en este siglo XXI, y pasa por una reducción de la actual estructura organizativa, pasando de las seis federaciones que hay en la actualidad, a tres (Industria, Servicios y Servicios Públicos); y estas últimas, nucleadas en torno a sectores, sindicatos y secciones sindicales, dotándolas de la autonomía suficiente para la acción sindical, buscando con ello que en la toma de decisiones participen y se impliquen activamente todos los afiliados, profundizando con ello en la democracia interna y con la mayor transparencia y agilidad posibles, para que los afiliados visualicen que ellos son el sindicato. También se hace necesaria la aprobación de un plan de viabilidad económica y de homogeneización de servicios, en base a las cuotas de los afiliados.

Debatiremos y aprobaremos también un código ético totalmente necesario, que deben cumplir nuestros delegados, basado en los valores de la solidaridad, honestidad, servicio a los afiliados y ser una persona socialmente responsable en quien los trabajadores depositen su confianza.

Del mismo modo, votaremos una nueva dirección, que será la que debe llevar adelante la implantación de este nuevo modelo organizativo en la UGT. Y estoy seguro de que vamos a acertar en la decisión y saldrá un nuevo secretario general y una comisión ejecutiva, solventes y con ganas de trabajar e ilusionar no sólo a nuestra afiliación y simpatizantes, sino al conjunto de la sociedad, reivindicando el nombre de la UGT en base a la negociación y diálogo permanente, y a la concertación.

Esta nueva organización tiene que significar un impulso para el sindicato, para combatir y revertir las políticas neoliberales impuestas en España, sin ningún tipo de diálogo: políticas económicas de austeridad y recortes de derechos, que han afectado al mercado laboral, negociación colectiva, pensiones, sanidad, educación, prestaciones por desempleo, prestaciones sociales, derecho de huelga, reforma del Código Penal…

Toda esta batería de recortes en derechos no sólo han puesto en tela de juicio nuestro modelo económico y la cohesión social, con un aumento considerable de las desigualdades y la pobreza; es que además han dado un salto cualitativo con la persecución y represión judicial, llevándonos a los túneles del tiempo de la dictadura, con sindicalistas detenidos, procesados, juzgados y condenados por participar como piquetes: una ofensiva antisindical hacia los sindicatos en toda regla.

Los trabajadores no pueden caer en el error de subirse a la ola del desprestigio hacia los sindicatos de clase y tienen que ver en el sindicato su principal arma, no sólo para defender sus derechos, sino para defender un modelo económico y social. Para ello lo primero que tenemos que poner en valor es nuestra legitimidad y ésa nos la dan nuestros afiliados, cercanos al millón de personas, algo que no pueden decir muchas organizaciones, y en segundo lugar nuestra representatividad, la cual nos la dan nuestros delegados, elegidos democráticamente en las elecciones sindicales. El 36% de los delegados elegidos en España representan a UGT, y estos delegados representan a millones de trabajadores.

Por lo tanto la UGT se encuentra totalmente legitimada y con representatividad más que suficiente para ser protagonista directo hasta ahora y en este nuevo tiempo, reivindicando, impulsando y participando tanto en la primera distribución de la renta (salarios, condiciones de trabajo, regulación del mercado laboral) a través de la negociación colectiva, como sobre los mecanismos propios de la segunda redistribución (política fiscal, prestaciones sociales, Estado del bienestar) mediante su participación institucional y presión social, y así lo tenemos que exigir. No podemos quedarnos al margen porque somos totalmente necesarios para garantizar la cohesión social y la democracia.

Los delegados que tenemos la oportunidad de acudir al 42.º congreso confederal de UGT tenemos una gran responsabilidad por las decisiones que vamos a aprobar. En cuanto al nuevo modelo organizativo de la Unión General de Trabajadores estoy seguro que estaremos a la altura de las circunstancias.

Del mismo modo, nos gustaría que nuestros partidos políticos, resolvieran cuanto antes los problemas para dirigir nuestro país, ya que el fin del bipartidismo ha quedado muy claro tras los resultados del pasado 20 de diciembre, y toca también un tiempo nuevo para nuestra clase política, basado en la negociación y el acuerdo permanente y no sólo entre los partidos políticos, sino con los agentes sociales, para promover un nuevo modelo de crecimiento y un entorno sociolaboral de consenso, acorde con las necesidades de un país desarrollado y con proyección de futuro.

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