El 5 de junio conmemoramos el día Mundial del Medio Ambiente, una jornada en la que la participación de los asturianos y asturianas es cada vez más activa a tenor de la preocupación creciente que suscita la cuestión medioambiental. La jornada fue establecida por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1972 para fomentar la acción global en la protección de nuestro hábitat. Una tarea que exige compromiso de todos y todas y en la que queda mucho, en algunos casos casi todo, por hacer.

España ha estado a punto de ser sancionada por la Comisión Europea por los altos niveles de polución atmosférica y el incumplimiento reiterado de la normativa comunitaria. En el caso concreto de Asturias, Bruselas aceptó los planes de calidad del aire establecidos en 2014, tras habernos llamado la atención por los elevados índices de partículas en suspensión en Gijón y Avilés en el periodo 2005-2012 (también Madrid y Barcelona han estado en el punto de mira). Los planes de calidad del aire nos han librado de multas millonarias, pero no deben ser un sedante.

Desde el punto de vista de contaminación atmosférica, nuestro sindicato viene pidiendo a las administraciones que adopten medidas serias en cuanto a planificación urbana, incorporación de mejoras tecnológicas, exhaustivo control de todos los focos contaminantes, realización de estudios e informes periódicos rigurosos… en definitiva, todas aquellas acciones que en los próximos años nos lleven a ser ejemplo en la preservación de nuestro medio ambiente.

Tenemos el convencimiento de que una región industrial no tiene por qué ser un espacio contaminado. Se puede y se debe establecer un equilibrio de sostenibilidad que conjugue un trabajo de calidad como el que se genera alrededor de la industria, con una vida saludable. Con este objetivo, hemos planteado recientemente en el Observatorio de la Sostenibilidad del Principado de Asturias un compromiso cívico con catorce medidas para avanzar en la mejora de la calidad del aire. Entre ellas cabe destacar las siguientes:

– Incentivar la economía circular como referente de nuevas opciones en el ámbito laboral desde el punto de vista de nuevas oportunidades en un mercado con claros visos de transformación (apostar por los yacimientos de empleos verdes).

– Promover políticas encaminadas a modificar el modelo actual de producción energética a través de una transición justa que permita el sostenimiento de empleo de calidad e incluya programas de inversión sostenible, formación, educación, protección social y mecanismos de diálogo.

– Conseguir en el ámbito de la negociación colectiva que se instaure la figura del delegado/a de medio ambiente y/o clausulas de carácter medioambiental.

– Reforzar la formación y educación sindicales para incorporar temas como el medio ambiente desde la perspectiva de la clase trabajadora y apoyar iniciativas que fortalezcan las capacidades de los trabajadores, con relación a los vínculos entre distintas problemáticas ambientales, incluido el cambio climático y el mundo del trabajo, y los cambios de producción que ello requiere.

Es fundamental que, como trabajadores y trabajadoras, tomemos conciencia de la necesidad de actuar para minimizar los impactos del cambio climático, abordándolo además como una oportunidad para el desarrollo. Del mismo modo, urge actuar ante la contaminación por residuos plásticos, que constituyen una seria amenaza para los océanos y, por tanto, para los ecosistemas, la fauna marina y la salud humana por el riesgo de que acaben en la cadena alimentaria.

Para alcanzar estas metas pueden hacerse muchas cosas en los centros de trabajo, lo que convierte en decisivo el papel de los sindicatos y de sus representantes en las empresas. No solo haciendo propuestas o desarrollando una función de vigilancia de la salud humana y medioambiental, sino también, y sobre todo, concienciando a la industria, a las personas y a las comunidades de la necesidad de trabajar dentro de un modelo de sostenibilidad y economía circular. En ese compromiso estamos.

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